Los necios

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Por Manuel Alejandro Hernández Barrios (manu.hdez32@gmail.com)

La casualidad negra de la vida, diría Baragaño. Ayer fue el cumpleaños de mi mejor amigo. El 29 de noviembre también cumple años Silvio Rodríguez. Ambos, fidelistas. Uno informático, el otro poeta. Jeacny Reyes, también conocido como Alberto, Ingeniero Informático graduado de la Universidad de Ciencias Informáticas, creada por Fidel sobre las ruinas de lo que fuera la Base Militar Lourdes. Silvio Rodríguez, el poeta de la Revolución cubana, por estos días citado por unos, criticado por otros. Éstos critican su actitud ante el “buenos días” de Cristina, aquellos repiten El necio igual que yo.

Ambos, Jeacny y Silvio, dos necios que andan por ahí. Recuerdo aquella noche cuando Silvio, en su gira por los barrios, llegó hasta el “llega y pon” de Artemisa, que “por cosas del destino también se llama San Antonio”, como la tierra del autor de Ojalá. El viento cálido de aquella noche no nos hizo pensar en nada. Solo queríamos ver a Silvio y a Niurka, que se llama como mi Madre. Embobecernos con la flauta de la una y filosofar con los versos del otro. Nos quedamos locos cuando vimos su nave espacial, un Toyota Prado que es una belleza, una carroza brillante como la de Cenicienta. Aquella noche creíamos en la locura de la vida y de la garganta de Silvio, que no es más que el recurso con que mejor expresa lo que piensa. Aquella noche, como de costumbre, yo y Jeacny éramos solteros y andábamos con una botella de Carta Blanca Cubay en la mochila, como también era costumbre. De aquella vida bohemia solo queda una resaca agotadora en el recuerdo.

¿Qué más pasó aquella noche? Estábamos detrás, como en la tercera o cuarta fila del molote. ¡Silvio! Le gritábamos. Los más altos dirigentes políticos, los más decisores, los más altos cargos administrativos estaban allí, en primera fila, un poco a la derecha. Nosotros, estábamos en medio del bulto. Éramos el centro, y como centro empezamos a gritar un “¡Viva Fidel!” que la gente sintió extraño. Y el envalentonado Jeacny gritó más alto todavía ¡Abajo el imperialismo! Cosa que repite desde aquella noche en todos los conciertos a los que va. Ahora me río. Pero aquel día nos dolieron las caras que nos pusieron desde el frente, desde la derecha, desde la izquierda, desde todas partes. Solo un par de tipos nos miraron y se rieron como si se dijeran, “estos están locos”. Pero nuestra locura no fue temporal. Todavía seguimos locos. Y nos sentamos en el portal de la casa a debatir de religión y de política como hacía Fidel.

silvio-en-artemisaAl final de aquel concierto levantamos las manos junto con todos. Y volvimos a gritar ¡Viva Fidel! Qué alegría haber escuchado en la propia voz de Silvio su tríptico, con Óleo de mujer con sombrero incluido. Era el concierto número 60, que como el mismo Silvio dijo, “de una gira que parece interminable”. Y entre aquellos íconos disparejos a nuestro alrededor, no nos callamos. Silvio, nos convidó, como lo sigue haciendo con todo lo que dice y hace. Nos convidó a ser Necios como él. Y ahora puedo añadir también, a ser Necios como Fidel.

Recuerdo a la muchacha que con voz atronadora durante todo el concierto pidió La era, “haciendo temblar la tierra”, como dijo Silvio. Estaba cerca de nosotros. Silvio la llamó en pleno concierto “La voz del pueblo” y lo esperó al final, y cuenta el poeta, “para tronarme ante los ojos y llorarme en las manos”.

Dijo también Silvio en su blog: “Qué felices se veían los ciudadanos de ese barrio. Qué bien recibieron a los especiales de la noche: el magnífico Raúl Torres y sus excelentes músicos”. Aquella noche me reí de la vida y todos los demás que me creían y me creen loco. Sepan que estoy loco y seguiré siéndolo. Aquella noche fui feliz, igual que cuando dormí abrazado a mi bandera. Parece que Silvio lo notó. Aquella noche Jeacny se envalentonó y terminó durmiendo con su propia Tamara, o Niurka, o Mercedes, o Dalia que todavía lo acompaña. Aquella noche volví a 5007 con mi adarga bajo el brazo y la botella en la otra mano. Allí mis fantasmas me esperaban, José, Teresa, Ofelia, Ernesto. Ahora también allí me espera Fidel.

Al otro día de aquel 7 de noviembre de 2014, Silvio, en su blog aceptaba “además de arigüanabense (del Arigüanabo, por el río), ahora también soy artemiseño”. Será que noviembre es el mes más Necio del año. En noviembre también nació mi hermana, otra necia que anda por ahí.

Hoy entiendo la respuesta de Silvio a Cristina. No son buenos estos días. Hoy en la mañana me saludaba alguien: “-Buenos días Manuel, ¿qué es de su vida?”, yo sin pensar respondí: “-Hoy no hay vida”. Y Silvio no fue mi referente. Fue Fidel, que no me lo saco del cerebro desde que se me erizó todo el cuerpo la madrugada del 26 de noviembre cuando Jessika y yo nos quedamos mudos en la cama sin saber que decirnos después de escuchar el comunicado de Raúl. Aquella madrugada el único ruido que sentimos fue el motor de un caballito por la avenida.

Ayer fue el cumpleaños de mi mejor amigo y del mejor poeta. Ayer, no nos reunimos este par de “silviófilos” para celebrar toda la madrugada y molestar a los “majaderos” vecinos culpables de aquel ladrillo sentencioso que intentó callarnos a medianoche una vez cuando acompañados de guitarra cantábamos canciones de Silvio. Sé que Jeacny está doblemente adolorido hoy. Ayer, como de costumbre, se me olvidó felicitarlo. Lo hice justo a las diez de la noche sin justificación aparente para mi olvidadiza costumbre. A esa hora no se vale, lo sé. Yo debía ser el primero, lo sé. Perdóname Jeacny, otros motivos reclamaban mi atención. Sin embargo, mis modestos esfuerzos de escribidor hoy intentan recordarte que no son buenos días estos que estamos viviendo. Yo sé que tú lo sabes. Gracias por aceptar mi irreverente amistad. Gracias por tu fidelidad. Gracias a Silvio por aquel concierto. Y gracias por todo esto, Fidel.

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